domingo, 29 de abril de 2012

Da comienzo la función.



El teatro desde la antigua Grecia ha sido y es uno de los medios de comunicación y expresión más poderosos, capaz de captar las realidades socio-políticas y transformarlas en comunicación inmediata para el disfrute de los espectadores influyendo en la psicología haciendo experimentar cambios en sus emociones y formas de pensar y actuar.

Cuando el espectador llega a la sala de representación y fluye junto con la obra, poco a poco se va identificando con ella, comienza a sentir emociones, se ríe, llora, se disgusta; algo comienza a pasar y sencillamente estamos hablando del resultado de un hecho comunicacional y la relación público-espectáculo. Si no, ¿Cuantas veces no vemos a la gente salir de una pieza teatral llorando, riendo, o comentando cuan buena fue, cual divertida, cuan fuerte, cuan decepcionante, o que magistral la actuación de tal o cual artista? 

Esta simbiosis entre el espectador, los actores y la trama de la obra envuelven a ambos factores en un halo de empatía que a lo largo de la obra se va afianzando en mayor o menor medida hasta provocar en el espectador un sin fin de reacciones, tanto buenas como malas.

El teatro surge entonces como forma de terapia, y es, justamente allí, donde el arte escénico tiene la capacidad de persuadir, informar y entretener a las personas siendo éstas quienes, según sus experiencias, terminarán por escoger la pieza teatral a ver que más se parece a lo que están viviendo, dependiendo de los intereses personales de cada quien. Por eso podemos atrevernos a decir que uno de los mensajes universales que puede combinar el teatro es la necesidad de vivir experiencias nuevas a través de un acto recreativo.

Claro esta, podemos también entonces decir que en este proceso de la comunicación teatral participan otros elementos que serán importantes para comprender el mensaje de una pieza o espectáculo escénico, me refiero las diferentes visiones que le pueda dar el espectador al montaje ; lo que conlleva a que muchas personas sean capaces de encontrar traducciones diferentes, de un mismo mensaje.

Pero el teatro no cuenta con una retroalimentación diáfana que le muestre lo que el público analiza o siente al ver el espectáculo. Sin embargo, lo que sí permite medir el éxito de una obra son las reacciones de esos asistentes; como la risa y el aplauso final, así como también las emociones expresadas por el público en el momento que vive el espectáculo, por ejemplo, el hecho de llorar o salir conmovido de la obra como mencionamos anteriormente. El comentario final y la recomendación, siempre serán positivas manifestaciones de que el mensaje produjo un efecto en la persona y ésta lo transmite a otras para que lo vivan. Estamos hablando ya de comunicación innegablemente.

Es aquí donde la importancia del publico como elemento de recepción del mensaje se hace tan evidente, ya que sin ellos el mensaje carecería de meta y no se podría producir la acción comunicativa. Sea cual sea el tipo de público, su presencia será necesaria para el discurso teatral.

Y aquí se descubre una comunicación maravillosa entre el actor y el público por el proceso de la comunicación, porque los artistas logran desconectar por un lapso de tiempo de su realidad al espectador. Este se engancha e inclusive sueña junto con el actor en la vida de su personaje.

Por último, debemos abordar el tema de la motivación que produce el teatro como medio de comunicación. En una sociedad, donde están presentes grandes carencias y vacíos, las personas tienen necesidad de encontrar un soporte, o mejor dicho, un medio que los nutra y les provea de estímulos para así reivindicar la estima y dar apertura a nuevos pensamientos que dinamicen su existencia.

Finalmente, podríamos decir que el teatro surge como una especie de medicina para curar las insatisfacciones sociales y culturales a las que hoy en día estamos expuestos.


El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma. - 
Arthur Miller



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